Por Marichina García Herrero
Cada vez que hablo de estos temas insisto en que no soy especialista en psiquiatría o psicología, simplemente soy una periodista con el compromiso ineludible de comunicar, y la comunicación no es sólo dar noticias de sucesos acaecidos en determinado momento, también es opinar, informar, educar, y servir de puente para que los interlocutores del periodista puedan reflexionar, emitir opiniones y favorecer los cambios necesarios en pro de un país mejor, de un planeta mejor y de una vida mejor para todos y para todas, incluyendo no sólo personas adultas y niñas, también animales, plantas, geografía, vida. Porque la vida está conformada por absolutamente todo lo que conocemos, incluso lo inerte , lo estacionado en cualquier lugar de nuestro universo.
Pero evidentemente como persona, me inclino más hacia las personas, hacia los niños y niñas y hacia cualquier materia que tenga vida propia, que respire y que sufra (para bien o para mal) los cambios que nuestros actos, los del ser humano, puedan dar como resultado.
Resulta doloroso ver una hermosa montaña cuya vegetación es talada y cuyo interior es violentado por dinamitas para poder construir una vía o un túnel, las personas nos lamentamos de ver un automóvil chocado, un mueble roto o un edificio en mal estado, e incluso, y yo diría que con mucha más razón, nos duele ver un animalito sufriendo, fuera de su ambiente habitual, con hambre o frío, pero sobre todas las cosas y seres, nuestros más pequeños semejantes, nuestras niñas y niños, nos causan un enorme dolor cuando sabemos que no están bien, y una enorme satisfacción, una plena felicidad, cuando sabemos que son felices.
Por eso, pensando en las prioridades, de uno como ser humano y particularmente mías como periodista, he encontrado, después de casi 20 años de graduada, el mejor tema para dedicar mi tiempo y las habilidades que brinda mi profesión: mis hijos e hijas, y a la vez, los hijos e hijas de todo el mundo, cosa que es bastante compleja, pero también bastante alentadora.
La vida, o podría decir, el destino, me ha llevado de la mano a situaciones verdaderamente complicadas, como la disputa por la custodia de mis hijitas, que con apenas cinco años de edad fueron víctimas de retención indebida, que es como en mi país denominamos lo que mundialmente se conoce como "secuestro parental", sin embargo, considero que mis niñas son felices y pueden superarlo sin que ese "secuestro" cause en ellas el trauma que se esconde en esas nueve letras que mis colegas de la prensa han convertido, con mucha razón, en algo satanizado y muy temible.
Gracias a esa mala experiencia hice contacto con muchos colegas, con luchadores por los DDHH de los niños y niñas y con luchadoras y luchadores por los derechos de las mujeres. Siento que cuando fui informada de la tragedia de tener que salir a la calle a rogar, a implorar, a buscar abogados, a denunciar, para recuperar a mis niñas chiquitas, entré -sin imaginarlo- en un mundo maravilloso de gentes que cada día dan lo mejor de si para que la vida de los que nos siguen sea una vida mejor, signada por la igualdad, por los derechos para todos sin importar sexo, color, edad, poder económico o político, es decir, sin que la sexo diversidad, la edad o las convicciones de cada quien, constituyan de por sí un límite para que hombres y mujeres tengan una vida plena, segura y, sobre todo, feliz... libre de violencia.
Conocí también a otras madres que pasaban por lo mismo que yo, y nos unimos en una asociación que pretende luchar por los DDHH de nuestros hijitos, pero también de los de los demás. Y allí viene mi parte, como comunicadora social que soy, quiero tratar de dar a entender, a la mayor cantidad de personas posible, la necesidad de CAMBIOS radicales en algunas de las maneras de defender a nuestros hijos e hijas y de librarlos de actos de violencia (como el secuestro parental) que podrían tener lamentables repercusiones en los adultos de mañana, porque secuestran a los niños la alegría y la felicidad que debe reinar en el patrimonio más importante de su historia vital: la infancia.
En este sentido, pensando en la defensa de los DDHH de nuestros hijos e hijas, es decir, en la garantía de su FELICIDAD, preparo estas páginas con AMOR y con consciencia de que sólo a través de la información podemos lograr verdaderas transformaciones sociales, y el secuestro parental, al igual que la violencia en procesos judiciales de niños y niñas, requieren con suma URGENCIA de esas transformaciones.
Me atrevo aquí a adelantar algunos aspectos que creo que debemos revisar, con verdadero compromiso patriótico, para que EL PUEBLO SOBERANO Y LEGISLADOR recoja firmas, haga propuestas, estudie la situación y logre los CAMBIOS NECESARIOS:
1.- La retención indebida de un niño o niña por parte de su padre o de su madre constituye SECUESTRO PARENTAL, y no es necesario usar palabras delicadas para adornar lo malo, lo que hay es que bregar para que lo malo deje de existir.
2.- La indiferencia hacia el sufrimiento de los niños y niñas debe ser motivo de serias sanciones para los funcionarios que, escuchando el testimonio, casi siempre desgarrador, de un niño separado de su hogar o que manifieste actos de violencia en su contra, debe ser tomado en cuenta de inmediato, un niño que expresa que le están violando sus DDHH y su integridad física o mental no puede ESPERAR a que el tribunal decida, a que la vacación judicial termine o a que las instituciones de carácter administrativo declinen su ayuda porque el caso está en juicio. Un niño víctima de violencia que es capaz de informar lo que le está pasando debe ser atendido DE INMEDIATO, por lo cual los tribunales de protección de niños y niñas no pueden CERRAR SUS PUERTAS jamás, bajo ninguna circunstancia y tampoco deberían hacer oídos sordos al clamor de nuestros niños y niñas, a su solicitud de ayuda, a sus gritos, a su llanto, a su depresión. Esto no debe pasar, pero seamos realistas: PASA Y REPASA.
3.- No se puede criminalizar la pobreza. Que una madre o padre tenga pocos recursos, no significa per se que el niño deberá dejar de gozar de su compañía y seguridad o que esa madre o ese padre tienen menos mérito para atender a su hijo o hija. Aunque las leyes defienden este punto, en nuestro día a día, vemos como las instituciones amparan a personas que tienen mayor poder económico y les otorgan la custodia preventiva o permanente de los niños, sin ver el daño que puede ocasionar a un niño el perder el contacto con su madre o padre. En Venezuela, como en la inmensa mayoría de los países del mundo, las mujeres ganamos menos que los hombres y tenemos menos oportunidades de empleo (según cifras oficiales-OIT), cada vez somos más las que trabajamos en el sector informal y contamos con menos beneficios. este es una realidad. también es una realidad que los hombres violentos utilizan la LOPNA para agredir nuevamente a sus víctimas, ex conyuges o ex novias, a quienes intentan, juchas veces con éxito, quitarles los hijos.
4.- Cuando un padre le "quita" su hijo a una madre, cree que está cometiendo violencia y control sobre la madre, pero en realidad su víctima principal es el hijo, las siguientes víctimas en la lista REAL de este atropello bárbaro son: la madre, los familiares, la sociedad, el país, y al final, el planeta todo.
5.- La ley sobre violencia que actualmente está vigente en Venezuela es sin duda UN GAN PASO, pero faltan muchos otros pasos para lograr, dentro de esa misma ley. Una verdadera consciencia de hasta dónde llega la violencia en los hogares venezolanos pondrá límites más acertivos, que de verdad puedan detenerla, porque ella no es enemiga de la "señora de al lado" o de uno mismo, la violencia en los hogares es la enemiga número uno de la sociedad futura. Aquí doy un ejemplo: No existe verdadera vinculación entre la ley de violencia y la ley de protección de niños, niñas y adolescentes (LOPNA), pues si un hombre usa la violencia contra su compañera, incluso si la llegara a matar, igual puede ejercer la custodia de los hijos. Si es violento con su esposa, con la vecina, con el panadero, eso -en la ley- no le quita la posibilidad de ser el padre custodio, es decir, de pelear en juicio a los hijos y obtener el derecho de "cuidarlos" en su hogar, incluso separándolos de la madre que fue víctima de la violencia y el control de este hombre.
A los violentos la ley sólo los castiga si después de un largo juicio penal quien lo demande gane, es decir, logre una sentencia "definitivamente firme" de que el hombre ha sido violento con sus propios hijos. Esto puede durar años, lo que da tiempo a que el hombre también mate a los niños si es lo suficientemente cobarde en su acto de violencia, y si se llegara a esa sentencia, el castigo sería apenas de dos años (como máximo) sin el derecho de custodia.
¿No es esto violencia, ya de por sí, contra niños y niñas indefensas y contra sus madres? en mi humilde opinión, si que lo es, violencia amparada en nuestras propias leyes. Invito a los lectores a reflexionar sobre el tema y a hacer sus propuestas. Sus hijos e hijas, mis hijitas pequeñas, mis hijos mayores de edad, mis amigos, mis enemigos (que espero sean pocos) lo merecen. Venezuela lo merece. El mundo lo merece.
Si hacemos felices a nuestros hijos e hijas, el futuro del mundo será mucho mejor. Piénsenlo.
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